La primera vez que se usó la belleza de una mujer para convencer a alguien
La primera vez que se usó la belleza de una mujer para convencer a alguien, fue en el juicio a Friné, una bellísima hetaira (era el nombre que recibía en la antigua Grecia una clase distinguida de mujeres libres, la cual generalmente desempeñaba funciones de artista, contertulia, prostituta y acompañante), quien había sido acusada del delito de “impiedad”, el cual consistía en no respetar los ritos que se debían realizar a los dioses. Y como ella tuvo el atrevimiento de compararse con la diosa Afrodita, un amante de ella, despechado porque no quería más nada con él, llamado Eutias, la acusó ante un tribunal, agregando que ella se había burlado de los misterios de Deméter (una de las deidades más antiguas del panteón griego, que garantizaba la fertilidad de la tierra y protegía los cultivos así como la vegetación). Igualmente la acusó de hacer actos de sacerdotisa en nombre de Afrodita y por tanto exigía la pena de muerte para la hetaira.
En el sistema legal de la Antigua Atenas no había abogados profesionales, estaban prohibidos por el temor de que las personas hábiles en el arte de la oratoria pudieran sugestionar al jurado. Las personas tenían que defenderse a sí mismas. Cuando las mujeres eran las acusadas, podían requerir el servicio de un “orador” que las representase. Ese fue el caso de Friné, la bellísima hetaira.
En la Atenas de aquel tiempo regía la justicia popular. El tribunal estaba compuesto por ciudadanos elegidos por sorteo y las partes debían defenderse a sí mismas, de acuerdo con la Ley de Solón.
La acusación contra Friné era de las más graves que se podían articular contra nadie. La hetaira lo sabía muy bien. El gran filósofo Sócrates se vio obligado a suicidarse por una acusación similar.
Friné nació en el año 371 a. C. y ese día de su juicio, debido a su complicada situación, pidió la ayuda de otro amante, llamado Hipérides, quien para el entonces era uno de los mejores oradores, para que la representara ante el Areópago, el Tribunal supremo de la antigua Atenas.
A pesar de que Hipérides se preparó a fondo y de que fue una de las mejores intervenciones de su vida, no consiguió convencer al jurado con su conmovedor discurso.
Sin embargo, en una magistral estrategia para lograr lo imposible, acudió a usar un “plan B” y aquí viene lo bueno: Miró al jurado. Friné estaba de pie junto a él, cubierta con una vestimenta ligera, y en un momento dado, sorpresivamente, desnudó a Friné ante sus señorías. El impacto tuvo que ser brutal, teniendo en cuenta que el jurado estaba compuesto solo por hombres.
El defensor, tras desnudar a Friné, dicen que dijo ese día: "Este cuerpo tan perfecto solo pudo haber sido creado por la misma Afrodita y acabar con él sería traicionar a la propia diosa". Todos quedaron tan maravillados por el cuerpo de Friné, que no dudaron en declararla inocente.
En realidad, se trataba de un recurso legal extremo: los griegos creían firmemente en la Kalokagathia (lo bello es bueno), como una verdad absoluta. Su base era que, si algo era totalmente bello, era imposible que pudiera albergar maldad alguna. Y funcionó.
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