Notas memorables del corresponsal de una guerra sorda
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Alimentos para cocodrilos
Por Álvaro Cotes Córdoba
Durante 30 años cubrí noticias de orden público, crónica roja y judiciales en el Magdalena, en su capital Santa Marta y a veces desde los municipios y poblaciones del mismo departamento, el cual fue uno de los más afectados por los enfrentamientos que se desarrollaron en esa región del norte de Colombia, entre guerrilleros, paramilitares y miembros de las fuerzas militares del país suramericano, en el mismo periodo mencionado al principio del párrafo.
La cifra de los muertos tuvo que ser muy alta y es posible que nunca se llegue a tener un número exacto de cuántos fueron, ya que muchas víctimas jamás van a aparecer, así los responsables desmovilizados acepten que las asesinaron. Lo anterior se concluye, porque hubo víctimas de la guerrilla y paramilitares que ni siquiera fueron sepultadas, sino arrojadas a los ríos o incineradas y en el peor de los casos, el más escalofriante, tiradas vivas como alimentos para cocodrilos.
Esto último ocurrió en El Retén, un municipio cercano al del premio Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez. Según las versiones que escuché en las veces que tocó desplazarme para el cubrimiento de varias noticias, en una finca dentro de la jurisdicción de esa localidad, había un criadero de cocodrilos que el dueño de la propiedad rural tuvo que abandonar, como muchos otros propietarios de tierras lo hicieron en ese entonces, por la delicada situación de orden público, causada por los constantes enfrentamientos entre militares y subversivos, al igual que por la inevitable presencia de los llamados paracos, mercenarios que ayudaban al Estado en su guerra sorda contra la subversión.
Como los predios quedaban solos, eran ocupados transitoriamente por los bandos al margen de la ley e incluso por las tropas del Ejército, para descansar o alimentarse. La finca con los reptiles fue ocupada por uno de los grupos mercenarios que, según se supo después, siempre trabajó en alianza con las tropas del gobierno, para erradicar a la guerrilla de las agrícolas y fértiles tierras que cincuenta años atrás, también fueron testigos de asesinatos masivos, como la famosa Masacre de las Bananeras, la cual se produjo entre el 5 y el 6 de diciembre de 1928 en el municipio de Ciénaga, en contra de los trabajadores de la empresa estadounidense de banano United Fruit Company y a manos del siempre glorioso ejército colombiano.
De las distintas maneras de decir lo que hicieron los paracos dentro de aquella finca, sin duda la más aterradora es la que se refiere a que, los crueles asesinos arrojaban a sus víctimas a los cocodrilos y después se ponían a contemplar cómo eran devoradas por los anfibios. De esa manera, según los testimonios, lograron mantener por un buen tiempo el reptiliano criadero. No obstante, hace unos siete años fui a El Retén, pasé por aquella finca y pregunté qué había ocurrido con los cocodrilos y alguien me respondió: "Hace rato desaparecieron, al igual que el estanque donde convivieron y entretuvieron por un buen tiempo a los criminales paramilitares".
FIN
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