Manual para una nueva vida
Todo el mundo debería contar la historia de su vida, para que sirva de manual a otra nueva vida, no con el fin de que se evite saltar los mismos obstáculos, porque todo el mundo debe experimentarlos, sino para concientizarse que una vida sin esos obstáculos no es vida. Y no necesariamente tiene que ser la historia de una vida exitosa, porque de ella sólo se podría aprender una cosa: Cómo superarse y no, cómo sobrevivir feliz si no lo logras.
Mi vida no ha sido monótona, de eso si que estoy bien seguro. A los 63 años, cuando empecé a escribir este libro, todavía recordaba el olor del tetero con el que mi madre combinó el alimento natural que siempre me dio desde que nací y el cual dejé a los siete años de edad. Sí, no me da pena decirlo: A esa edad fue que me cambiaron la leche materna por aguapanela pura y tal vez por eso nunca sufrí de ninguna enfermedad crónica, salvo las gripes, viruelas, sarampiones y fiebres que les da a todos los seres humanos a principio de sus vidas.
Mi inocencia del mundo empezó a derrumbarse en la medida en que fui conociendo realmente a las personas.Y aunque al principio luché para no hacer lo mismo que los demás, terminé haciéndolo. La misma sociedad te lo impone y triunfa. No obstante, no sucumbí a las zonas de turbulencias que se presentan en todas las vidas humanas. Y me tocó eludirlas, como fue la padecida en la década de los 70, en mi plena juventud, cuando el mundo vivía el surgimiento de una época de hippies, marihuana y otras drogas psicodélicas. Me mantuve recto y me dediqué al deporte, sobre todo al atletismo y al fútbol, al punto de que llegué a ser convocado a la selección de mi colegio de la secundaria en el Liceo Celedón de Santa Marta, junto con Carlos El Pibe Valderrama y otros menos famosos y triunfadores como él en 1978, cuando culminábamos ese nivel educativo e incluso, a la selección juvenil del Magdalena, pero a esta última no me le medí, porque mi deseo no era ser futbolista, sino llegar a estudiar una carrera en la universidad.
Terminé el bachillerato sin saber aún qué carrera estudiar, por cuanto lo que me nacía no tenía profesionalización en ninguna de las universidades que funcionaban en el país para ese entonces. Desde mi infancia había germinado en mí un deseo de proyectar lo que me imaginaba, pero no supe cómo hacerlo, hasta que descubrí que existían las artes, únicas herramientas para hacerlo.
El primero que utilicé fue el arte de dibujar, después el de pintar y luego el de escribir. Eran a los que más fácil y gratis se podía llegar y practicar en un sistema de gobierno cada vez más neo liberal y de capitalismo salvaje. Sin embargo, me quedé con el de escribir, porque le ví más futuro, cuando descubrí que había un escritor colombiano y sobre todo de mi departamento, que la estaba rompiendo en el mundo entero como escritor. Me refiero al único Nobel de Literatura que tenemos, Gabriel García Márquez, nacido en Aracataca, Magdalena, Colombia. Además, había muchos periódicos donde se podía ganar sueldos por escribir. Entonces pensé: Si me van a pagar por hacer lo que me gusta, como hacen con los futbolistas, me dedicaré a escribir y aún lo sigo y seguiré haciendo hasta cuando no pueda. Ahora ya jubilado, lo sigo practicando como cualquier profesional, lo que ningún jugador de fútbol podrá hacerlo, es decir, jugar fútbol profesional a los 63 años…
Continuará...
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